3 jun 2011

My Murder Capitulo Dos

"Did You Come To Stare, Or Wash Away The Blood?"
(My Chemical Romance- Desert Song)

Aquella atractiva muchacha le quitó la gorra roja a mi joven asesino, despeinándole el cabello corto y negro. Él miró a la muchacha, intentando guardar la compostura. Vi que tragó saliva.
-Se ve muy pesada, corazón—dijo mientras acariciaba la mejilla del chico. – ¿No quieres que te ayude?
Éste se puso nervioso, lo noté porque su mentón comenzó a temblar y sus manos sudaban. Se secó la mano derecha en la parte baja de la espalda.
-N-no no hay… N-nada…-sonrió, ocultando lo incómodo que se sentía al ser acariciado. —Tengo que irme. – le quitó la mano de su mejilla y se la besó, intentando parecer un desvergonzado. Después, le arrebató la gorra y se la volvió a poner, para después echar a correr al fondo de la tienda.
Yo lo seguía de cerca. Corría a su lado, quería saber lo que haría conmigo.
  A medio camino noté que una gran mancha roja comenzaba a crecer en la parte baja de la maleta. Mi asesino se dio cuenta segundos después y apresuró el paso hacia el fondo del lugar. Sus botas negras cruzaron pasillos oscuros y sucios, algunos con chicas igual de sensuales que la carnicera de un rato antes. Otros, con latas viejas y abolladas. Los pisos amarillos no estaban bien barridos. En el lugar de los refrigeradores, había manchas de jugos rojos en el suelo que nadie había limpiado. Había pocos clientes ahí, todos con caras miserables e inexpresivas, ignoraban a mi asesino.  Se notaba que la vida nunca les había sonreído. Igual que a mí.
  Así fui siguiéndole con destreza, hasta que llegó al final y se encontró con una puerta de madera hinchada color verde pistache.
   De repente, las primeras gotas de sangre –mí sangre—comenzaron a descender hasta golpear al suelo. Por suerte, estábamos casi entre penumbras.

  Una voz femenina comenzó a reírse dulcemente. Otra muchacha, más atractiva que la otra, se percató del asesino de ojos claros. Ella llevaba puesto un corsé negro, usaba una falda muy pequeña color rojo, los labios carmesí y las pestañas llenas de mascarilla negra. Su rostro se veía algo cansado, su sonrisa mostraba su falta de higiene. Sonreía de manera cínica. Aún así se veía hermosa. La luz de sus ojos relucía como dos estrellas acabadas de nacer. Lo más bizarro en ella era su cabello; estaba pintado de un color rosa fosforescente. Aun así era la muchacha más atractiva que yo haya visto jamás.
  Mi joven asesino le dedicó una mirada segura y le sonrió. Al parecer la conocía.

-Ya se  te está cayendo el teatro, pequeño- le avisó mientras caminaba hacia nosotros. Dio una carcajada- ¿Qué llevas ahí, corazón?
La misma pregunta de nuevo.
-Un pedido… Tú sabes de esto, no te hagas como que no, Emilie- le contestó de mala gana mientras la observaba.
Ella volvió a soltar otra carcajada  dulce. Él, movió la maleta entre sus manos detrás de él, como protegiéndola.
-Claro que lo sé, pequeño. Simplemente quería iniciar una conversación. – Comenzó de nuevo a hablar con una sonrisa, pero luego algo pasó por su mente y su hermoso rostro se tornó lúgubre- Sabes que tu jefecito me debe plata—. Su voz comenzaba a ser dura— ¡Díselo! ¡Lo necesito ahora!—Me recordó a las mujeres mitad lobo de las que había leído alguna vez a los once. Solían ser mujeres hermosas que se tornaban el monstruo más horrido cuando de hambre se trataba.
-Está bien, está bien. No te preocupes, yo le digo, querida. –Mi asesino miró al suelo donde las gotas de sangre caían libres, como si lloviera. – ¿Puedes limpiar eso, Emilie?—Le dedicó una mirada tierna, como queriéndola convencer.
-Con gusto, pequeño. Sabes que por ti haría lo que fuera. –Le sonrió. Su temperamento cambiaba tanto como su rostro. Al igual que la otra, le quitó la gorra y le despeinó el cabello. –Pero tú por mí no harías nada ¿verdad? –Preguntó con un puchero provocativo.
-¿De qué hablas? Si yo siempre he venido a visitarlas.  Especialmente a ti. —Se escuchaba tan engreído que dudé que fuera el mismo muchacho que se había puesto a llorar frente a un espejo una hora antes.
Ella le tomó el mentón y acercó ambos rostros.
-Lo sé, pero jamás te has paseado por mi habitación. —Le dijo ella, pasando sus delgados y largos dedos por la quijada de mi asesino. Él abrió los ojos al sentir su tacto.—Ni siquiera vivo lejos de aquí, y lo sabes.
“¡Puaj! ¿Podrían dejar de coquetear frente a mí? Son repugnantes.” Les dije.
-Esas son otras cosas, Ems. –Vaya apodito que le puso. Le tomó la mano con firmeza, haciendo que las piernas de Emilie flaquearan. —Necesito terminar con esto y luego hablamos ¿sí?
-De acuerdo, cariño. —Emilie chilló satisfecha, como si la insinuación de mi asesino enserio le hiciera gracia.
 Ella tomó un trapeador y comenzó a limpiar el azulejo mientras movía su trasero de manera provocativa. Sin embargo, mi asesino de ojos claros la ignoró y siguió en su camino.
   Se detuvo frente a la puerta del fondo. Sobre nosotros se encontraba una lámpara de luz blanca que comenzaba a fundirse. La confianza que él mostraba se había esfumado y bajó la maleta al suelo. Tocó la puerta con tres golpes.
  En ese lugar había ventanas gigantes y se oía como el agua de lluvia golpeaba el techo de la tienda.
-¿Quién es?- preguntó una voz desde dentro  del cuartito. Esta voz me espantó y provocó que diera un traspié y me resbalara con otro charco de sangre que mi cuerpo había hecho.

“¡Mira lo que hiciste! ¡Me caí en mi propia sangre!” Comencé a gritarle. “¡Ya me manché toda!”
Miré mi ropa y vi que esto último no era cierto. Increíblemente no me había manchado de sangre.  Suspiré molesta y me levanté… de nada servía que yo hiciera tanto escándalo. De todos modos, yo ya estaba muerta.
-Soy… soy yo. Frank…- respondió tímido.
¿Frank? Yo ya había escuchado ese nombre. Y su voz, su voz verdadera, con la que hablaba cuando estaba tranquilo, también la reconocía. ¿Pero de dónde?
Alguien abrió la puerta y los pestillos chirriaron terriblemente.  Ahí dentro, una luz cegadora comenzaba a crecer, me tragaba. Me tragaba de nuevo. Veía cómo al mismo tiempo Frank entraba despreocupado cargándome en esa maleta. Algo me llevó a una clase de dimensión diferente.
***
En un santiamén me encontré de nuevo sola entre la obscuridad, en medio de un lugar humedecido y frío.  Yo me encontraba en una clase de jaula del infierno, de piedra mojada y reja de metal. Justo en frente de mí, se encontraba una bocina. Escuché lo que pasaba.
“Cálmate, chico. Sabes que trabajas para mí… Mira, te doy tres días para que la desaparezcas ¿Entendido? Porque sabes que no podemos quedarnos con ella”
   “No puedo, jefe. No puedo… Tú sabes cómo me siento. Soy un simple…”
“Un simple chiquillo que no sabe seguir indicaciones”

Dos voces comenzaban a discutir. Las misma voces, una era la voz de Frank, la otra era aquella voz grave que me había sometido antes de morir. De pronto un golpe seco sonó. Creo que era una cachetada. Silencio absoluto.

Un pequeño sollozo…

“Mira, Frankie. Si no haces lo que te pido no regresarás vivo a tu hogar ¿Entendido?”
“Sí, lo entiendo. Discúlpame”
su voz era suplicante.
Al parecer todos le temían. Yo también le tuve miedo a esa voz, pero no recuerdo su rostro y ahora que me encontraba en esta celda extraña, de la cual no lograba salir, tampoco tendría la oportunidad de conocerle.
“Debo decirte algo, pequeño. Esta muchachita me trajo problemas desde que ella y su gemela nacieron, me impidieron hacer muchas cosas. Ahora soy yo quién les impidió terminar bien. Yo terminé con su vida… Y si no haces lo que te pido terminarás como Scarlet y su familia. Incluso, tal vez seas metido en la misma maleta que hoy me traes.”
“Entiendo, jefe. Discúlpeme de nuevo, es solo que esto es algo difícil para mí…”
“Bien. Ahora ábrela y muéstrala”
“¿Aquí, jefe? ¿Cómo…?”

“¡SOLO HAS LO QUE DE PIDO!”
Otros segundos interminables de silencio.
Entonces un chasquido sonó y luego dos clavos chirriaron. La risa de satisfacción del mayor se escuchó.
“Sólo mírala. ¿No te encanta ver su rostro entristecido?”   Soltó otra carcajada
  “¡Ríete, chico! Mira, tu trabajo está bien hecho.”
  “Pero sabes que yo no…”
“¡Cállate! Solo mírala. Desvalida, vulnerable. Puedes besarla y ella no se defenderá”
  “No lo harías ¿O sí?”
-¡No! No me toques, maldito ¡Déjame en paz!- Aunque sabía que no me escuchaban, grité, sólo quería defenderme o al menos intentarlo.

“Claro que no… ¿O quieres que lo haga?” Insinuó el jefe.
    “¡No! Solo… déjala en paz.”
“Bien, hazlo tú. Al parecer tú la quieres. ¿O miento? ¿Acaso la quieres?
¿Estás enamorado de tu primer crimen?”
No logré escuchar lo demás… Sus voces se convirtieron en murmullos inaudibles. Entonces, de nuevo la luz me tragaba y regresé al lado de Frank.
***
 La oficina del jefe de mi joven asesino despedía un hedor asfixiante. Fumaba cigarro, pero era uno tan corriente que hasta él mismo llegaba a toser.
Frank estaba a punto de cerrar la maleta cuando su jefe se levantó del escritorio y le dio una bofetada.
-¿Qué vas a hacer, entonces?—Le preguntó su jefe a Frank.
-Lo-lo-l-lo que me pediste— Balbuceó mi asesino—.  La dejaré en mi auto… ¿Qué piensas hacerle tú?
-¡HABLAME DE “USTED”! ¿Qué no entiendes?
-S-s-sí, se-señor…
-Bien. Ahora, tenemos que revisarla.
-¿Revisarla, aunque esté sangrando?
-Sí, ¿acaso tienes miedo?
Frank guardó silencio bajando la cabeza. Su jefe tomó la palabra.
-¿Cómo la mataste?—Le preguntó en el oído. Mi joven asesino cerró los ojos con vergüenza. Después de unos segundos, dio un respiro y siguió el hilo de la conversación.
  No quise saber cómo había muerto, no soportaría la verdad, así que me salí de la oficina y decidí esperar ahí afuera. Afuera de la oficina me sentí más a salvo, olvidando que el supermercado también era un lugar aterrador, pero lograba escuchar la lluvia caer en el techo y eso de alguna manera me hacía sentir bien.
  Pasó un minuto aproximadamente y decidí pegar la oreja a la puerta. A pesar de poder traspasar cualquier pared, no quise volver adentro donde era discutida mi muerte con un hombre gordo.
 No recuerdo todo lo que escuché, pero justo cuando me puse a escuchar la conversación, el jefe confesó que él había sido el asesino de mis padres. Eso me habría helado la piel, de haber estado viva. Lo único que hice fue dar un grito enorme que hizo a los humanos cercanos helarse por mí. Seguí escuchando, aún sin poder creer cuán conectada estaba mi vida a aquellos dos hombres tan mundanos.

-Raymond no pudo con el cargo. Tenía tu edad en ese entonces.
-¿Qué le pasó, señor?—Preguntó Frank, como quien no quiere la cosa.
-Después  de provocarles un accidente automovilístico, éste se suicidó. –Tosió con fuerza.—El inútil sentía algo por la gemela que estaba en el hospital y se sintió tan culpable que al final terminó con su propia vida—Soltó un suspiró.—Los sentimientos son una porquería. Pero yo, soy tan insensible que puedo pensar mejor que cualquiera.
-S-sí. U-usted es todo un maestro.—Afirmó Frank.
-Sus padres murieron solos, como cucarachas aplastadas.
-Y su hermana gemela falleció tres meses después de leucemia—Completó Iero mientras interrumpía mis sollozos sobre aquella llanta del carro.
¿Cómo diablos sabía sobre mi hermana?

-Entonces, sabes bastante de ella. Claro, era obvio—comenzó a dar vueltas sobre Frank, que estaba parado tan erguido como un palillo de dientes--¿Qué más sabes, pequeño Frank?
-Nada—. Contestó Frank, bajando la mirada.
-¡Habla, niño!
-La conozco por… porque ella estaba mi clase de canto. —Confesó Frank con la voz tan baja que tuve que meter la cabeza en la puerta. Intenté entonces recordar mis clases de canto, pero su rostro no estaba en mi cabeza, nunca lo había visto antes de hoy.
Frank cerró la maleta. De pronto el adulto lo miró a los ojos, el otro alzó la vista para mantener la mirada fija.
-Bueno. —Realmente no importa.— Eso es todo. ¿Tienes alguna pregunta?—Le hablaba como si de una entrevista de trabajo se tratara.
-¿Señor?—preguntó Frank, cargando de nuevo la maleta con ambas manos.
-Dime—respondió serio.
-¿Quién era el otro sujeto que le ayudó a... bueno, usted sabe…?
-¿Golpearla? –Frank asintió.—Es otro empleado que tengo. Es más sensato que tú. Apuesto a que él sí la hubiera torturado bien antes de asesinarla. Apuesto a que de no ser por él, tú la hubieras ayudado ¿O me equivoco?
  Frank tragó saliva. Su cabeza volvió a idear algo y respondió después de un largo minuto.
-Pues, verá, señor. Creo que… usted es un ser realmente inteligente, y por consiguiente muy precavido. Tal vez sí la habría ayudado—Se escuchaba seguro. Su jefe pensaba interrumpir de nuevo, pero no lo hizo—Pero, como yo trabajo para usted y,  de alguna manera, también para mí, entonces no creo haberla salvado.
-Gratificante—mencionó el jefe. —Quiero decir. Es muy gratificante saber que también serás un egoísta. Egoísta como todo hombre triunfador. El hombre obeso abrazó de manera sorpresiva al joven asesino y sacándole el aire.
-Me siento orgulloso de serlo, señor—le sonrió tímidamente.
“Orgulloso de ser egoísta, eso” susurró para sus adentros el joven Frank.
 ¿Ese era un pensamiento? ¡Había logrado escuchar su pensamiento! Por un momento me sentí poderosa. Quizá ser un fantasma no era del todo malo.

  Pero algo más ocupó mi cabeza. ¿Frank en serio sería tan cruel como para dejarme morir? No lo haría, definitivamente Frank no me dejaría morir, no le creo. Sólo miente para no ser asesinado al igual que yo.
-Frank. Dime una cosa—Su jefe le tocó el hombro. — ¿Tú la matarías, enserio? Porque no creo que asesines a alguien a quien ames…--dejó las palabras en el aire.
-Señor. La asesiné.
-¿Y?
-Señor. Usted dice que no cree que yo pudiera matar a alguien que yo amo ¿cierto?—Frank lo miró de manera retorica y el adulto obeso asintió esperando la respuesta de su aprendiz—Entonces. Esto significa que no siento nada en absoluto por Scarlet.
Volvió a dar un paso para salir, pero se detuvo y preguntó.
-¿Dónde la llevo entonces?
-A donde quieras, tírala en el basurero de la ciudad, en la casa de los vecinos, no sé… en el bosque de aquí…
-Pero, ¿no sería mejor darle un descanso digno y enterrarla?
-¿No te parece que estás siendo un tanto comprensivo con la muchacha?
-Scarlet—musitó el joven—Ese es su nombre.
-Como sea. No sé, llévala a donde quieras.—Su jefe lo detuvo unos segundos más.—Por cierto, el otro chico te seguirá, así que no intentes nada ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
  Frank salió velozmente y se dirigió al estacionamiento, sin olvidar claro de despedirse de Emilie y sus amigas de faldas cortas.

Frank abrió la cajuela y metió la maleta. Luego la abrió.
-¡Maldición! Esta cosa está manchada. –Sacudió su mano, deshaciéndose de mi sangre. Sentí que se deshacía de mí. —Soy un maldito. —Le dijo al cielo. Volvió a mirarme con tristeza. —Enserio lo siento, Scar. —Sonaba sincero.

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