10 feb 2012

My Murder: Capítulo 21

¿Dónde estabas tú cuando todo se derrumbaba?"
(The fray "Where werw you when everything was fallin appart?")


Gerard me miró serio y luego bajó la vista. Al parecer no le gustaba hablar sobre la estancia de Frank en casa.

-No, ya no vive con nosotros.
-¿Qué? ¿Por qué?
-¿acaso te preocupa? Fue por eso que te enojaste y saliste la otra noche. Prometí no volver a hablar del asunto jamás.
-¿Qué asunto?
-No me digas que también lo olvidaste—comenzó a alzar la voz
-Claro que lo olvidé.
-Por favor, Helen… No me hagas recordarlo.
-Dímelo—ordené seria y lo reté con la mirada. Él simplemente suspiró y cedió.
-Bueno, la segunda noche que él durmió en mi cama… Tú creíste, deliberadamente, que era mi ‘amante’. Entonces te dije que yo no era gay. Pero tú insististe. Después de eso, sacaste cosas como que Frank se acababa la alacena completa y que no pensabas ayudarme a pagar más dinero por él… --Gerard golpeó la puerta y tomó su barbilla con la mano, recargando el codo sobre el brazo del asiento del auto— ¡Mierda!
-Lo siento—dije sin sentirlo realmente. Aún no… no me daba confianza. Y yo no pediría perdón por algo que yo no hice. Fue Helena, yo soy Scarlet.
-No importa… Ya no.
-Claro que sí importa. Por mi culpa dejaste a Frank solo y quién sabe dónde se encuentra ahora…
-Sigue escondido, no te preocupes, Helena—Gerard contestó tajante, con sarcasmo haciendo que algo creciera en mi estómago; era coraje—De todos modos, Frank nunca fue de tu agrado. Ni siquiera entiendo por qué traes el tema a la conversación otra vez.
-¿dónde está?
-Mejor descansa—contestó cansado tomando el volante—Has vivido suficientes emociones por hoy.

 Fue lo último que dijo antes de girar la llave y arrancar en dirección a su casa…
Su actitud me dejó sin palabras; porque cuando quería era un hermano cariñoso. Pero, supongo, cuando algo le molestaba o se estresaba se convertía en un demonio.

  Mi cabeza comenzó a dolerme. Malditas reacciones humanas, pensé. Pues ya me había acostumbrado a ser un “alma en transición” sin sentimientos, sin hambre, sin sed, sin ganas de dormir, sin ardor sobre la piel. Pero hoy, volvía a la vida y tenía que atenerme a las consecuencias del contrato que firmé hace… ¿Nueves meses humanos?

  Para que la cabeza dejara de punzarme, decidí hacerle caso a mi sarcástico ‘hermano mayor’ y cerré los ojos intentando descansar.

  *

-¡¡No!!—desperté gritando esto. ¿Pero qué demonios…?
Mi sueño fue horrible. Hace mucho que no dormía, ni siquiera cuando era Scarlet-La-Humana.
  Se trataba de Frank. Soñé que Frank enfrentaba a Mario y éste lo asesinaba justo en frente de mí. Ver a alguien morir no es algo especial y hermoso… Y menos si se trata de tu ‘otra mitad’.

-¿Qué tienes, Helena?—preguntó Gerard preocupado abriendo la puerta del auto.
-Yo… ah… Tuve una pesadilla—contesté acomodándome en el asiento. Entonces me levanté para bajar y entrar a la casa. Pero cuando me incorporé con la ayuda de Way, recordé muy tarde que tenía sobre mi regazo aquél retrato que me dio  la enfermera.

 Éste se precipitó contra el asfalto y el vidrio que cubría la fotografía se rompió en pedacitos ocasionando un sonido terrible para la migraña que persistía en mí.

-No te preocupes, yo lo levanto—Gerard se agachó y entonces miró la fotografía que aún tenía el marco y solo la mitad del pedazo de vidrio. Luego me miró – ¿De dónde sacaste esto?
-Yo lo tenía—mentí. Obviamente no sabía de dónde había salido antes que del hospital- ¿Por qué la pregunta?
-Hace mucho que no veía esta—acarició con cuidado el retrato y al no darse cuenta, se cortó con el vidrio partido a la mitad—ouch… Las fotografías son peligrosas
  La mano comenzó a sangrarle, sólo un poco. Pero en vez de morirse de dolor, me sonrió y le quitó el marco y el vidrio restante al retrato, después lo guardó en su pantalón.

 Volvió a tomarme del brazo para no dejarme caer. Enserio me sentía mareada.
-¿Estás bien? –pregunté preocupada. Porque, aunque sea difícil de creer, estaba preocupada porque Gerard no muriera de una hemorragia. Quiero decir… Sí, es cómplice de Mario, pero ¿Y si él es tan inocente como Frank?
-Sí, estoy perfecto. No importa… Ahora debo llevarte a tu habitación y dejarte descansar.
-Gerard, ya he descansado lo suficiente. Quiero seguir hablando.
  Él me soltó el brazo, dejando que me incorporar y me acostumbrara al peso de mi cuerpo. Era extraño volver a sentir un cuerpo, desde que había muerto sólo flotaba como una pluma.
-Primero te voy a meter a la casa, deja de hablar—me pidió tajante y volví a obedecerle.

  Caminamos lento hacia la puerta. Esa puerta que Frank tocó hace diez meses para pedirle ayuda a Gerard. Y ahora, todo por culpa de Helena, él ya no tenía hogar o si quiera algo parecido.

  ~~~

  Way me ayudó a sentarme sobre el sofá; noté que era nuevo, ya que hace nueve meses Frank se hundía al sentarse y este era más resistente. Aparte tenía otro diseño.

  Era como si todo estuviera renovado. Incluso la cocina que, a juzgar por lo que vi antes, ahora tenía mejores acabados con el azulejo marrón.
-¿Te gusta como quedó? –me preguntó Gerard al notar que observaba cada detalle de la casa.
-Sí, se ve… Más elegante—dije, pensando en el horrible cuchitril donde vivía Gerard cuando recién Frank había llegado. Pero decidí preguntar— ¿Qué fue lo que cambiaste?
  Era mejor cerciorarme de no cometer algún error al hablar.
-Pues… realmente fue Frank quien renovó la mayor parte de la casa—sonrió, como quien no quiere la cosa, y suspiró volviendo a abrir la boca—Aah. Bueno, yo también pagué algunas cosas. Como lo del baño y el medio baño, la cocina quedó muy bien, también los sillones se ven mejor… Aunque me molesta un poco el haber tenido que vender la televisión pero… Frank insistió.
-¿En qué insistió?
-Ah… Bueno, él quería darte una sorpresa cuando regresaras. Pero… bueno pasaron varios meses y comenzó a desesperarse, entonces se fue de esta casa…--Gerard se tomó la cabeza y alzó las cejas, un tanto preocupado. Luego se sentó a mi lado.

-Pero también tuve yo la culpa ¿Verdad? –añadí molesta con Helena.
-No, claro que no
-Por favor, Gerard.
-Lo que pasa es que él temía que fuera encontrado. Mario habló una vez aquí y me amenazó con venir a buscarlo.
-Sigue teniéndole miedo.
-¿Cómo no quieres que le tenga miedo? Ese tipo es un desgraciado sin piedad. No deberías meterte con él… Nadie debería hacerlo
-¿Qué es Mario de ti?
  Pregunté al ver que el tema de Mario y Frank siendo encontrado lo hablaba muy abiertamente.
  Supongo que Gerard no se había dado cuenta de su ‘error’ hasta que formulé esa pregunta, entonces se puso tenso y me miró de reojo.
-Es… Mi jefe ¿No te acuerdas?
-Aah, no casi no. ¿En dónde trabajas?
-En el supermercado del condado, Helena—dijo como si ya me lo hubiera repetido cien veces. Al parecer, Gerard sabía mentir bien.
-¿Y ahí conociste a Frank, ahí es donde te manda Mario?
-Sí. Es obvio… Y Frank es hijastro deh jefe
-¿Pero no se supone que debería tratarlo bien, al ser de casi su familia?
-Ya te lo dije, hermana, Mario es un desgraciado.
-¿Te trata mal a ti?
-¿Quién eres, mi mamá? –dijo él lleno de rabia. Me sentía ofendida y decidí callar. Él me miró serio, se levantó del sillón y se despidió de mí.
-Ahí hay un poco de caldo de pollo. O cocina lo que quieras. Duerme. Tengo que irme de regreso al trabajo.
-Bien
-Cuídate mucho y me hablas por teléfono si quieres algo.
-Sí—dije recostándome sobre el sofá y miré el techo de la sala. Sentí un beso en la frente y luego escuché la puerta de la entrada cerrarse de golpe.

¿Dónde estarás, Frank?

  Me levanté, usé las pantuflas y comencé a rondar la casa. Realmente todo era diferente a como lo recordaba.
   ~~~

  Me encontraba en la cocina sirviéndome una taza de café, cuando escuché que alguien golpeaba la puerta.
-¿Quién es? – pregunté alzando la voz. Pero en vez de responder con algún nombre, la persona del otro lado golpeó una vez más la puerta, creo que estaba desesperándose.

  Entonces corrí lento hacia la entrada y giré la perilla. Justo en el momento en el que abrí, me di cuenta que todo comenzaba a estar mejor.

  Porque fue Frank quien saludó al verme.

6 feb 2012

My Murder: Capítulo 20

"Cuando nuestros autos chocan"
(My Chemical Romance "when both our cars collide") 



Suspiré preparándome para la respuesta que Gerard me daría a la siguiente pregunta

-¿Dónde está él?
-Uh, sigue en casa. Pero está de necio, no quiere volver a la terapia con el psicólogo
-¿El psicólogo?
-Sí, Helenita. ¿No te acuerdas? Él alucinaba con un fantasma.
-¿El fantasma de quién?
-Por favor, hermana, te dije que hablamos luego. Mi jefe me espera en el despacho.
-Bueno…--me resigné a hacer más preguntas—Cuídate, Gee
-Nos vemos luego, Helena—besó una última vez mi frente y salió corriendo del cuarto.


  No sabía qué hacer, así que decidí… tocar uno que otro botón.
-¿Qué necesitas?—preguntó agitada la enfermera amable. Llegó más rápido de lo que yo esperaba.
-Respuestas.
-Oh—suspiró—Respuestas… Bien, trataré de decirte todo lo que sé.
  Ella tomó un banquito de metal, en el que Gerard estaba sentado cuando llegué a la tierra de nuevo.
-Bueno, principalmente, quiero saber ¿Cómo llegué aquí?—inicié sentándome sobre la camilla.
-Bien, señorita Way. Llegó aquí por un accidente automovilístico que le paralizó primero el lado derecho de su cuerpo y una semana después, la dejó en un coma grave. Casi moría
-No me hables de usted, me siento vieja cuando hacen eso
-De acuerdo—soltó una risita—Eres igual a tu hermano.
-¿Conoces a Gerard? –Sentía que debía saberlo todo, no tenía que irse ni un detalle.
-Pero claro que sí, él… bueno, él fue la razón del choque y también sufrió un poco, pero menos que tú.
-¿Con quién choqué? ¿Sabes si iba yo manejando?
-Sí, Helena. Era una tarde de tormenta. Realmente no sé por qué te habías enojado con tu hermano, perk condujiste hacia la ciudad más cercana de aquí, ibas muy rápido. Gerard dijo que tiempo atrás tenías pensamientos suicidas, entonces llamó a la policía. Temió lo peor para ti. Después de informarle al jefe en turno, él salió en su auto para buscarte.—hizo una pausa y suspiró como si algo le molestara—Y… bueno, cuando tu pisaste el acelerador en una de las avenidas principales de aquella ciudad, él conducía del lado contrario y… ambos chocaron.

  Un silencio incómodo llenó la habitación. No sabía qué decir, me sorprendía la nueva actitud que veía en Gerard. Porque creí que era otra clase de persona, claro no tan ruín como Mario, pero sí un poco… Grosero, y malagradecido.

  Pero la manera en que cuida del cuerpo de Helena… bueno, la manera en que me cuida, es digna de un buen hermano mayor.


-¿Fue culpa suya o mía? –pregunté rompiendo el hielo.
-De nadie. Pero ambos estaban mal. Obviamente tú más, ni siquiera parpadeabas, el golpe te había dejado en shock y Gerard se preocupó más…--acarició mi mano-- Un mes él estuvo en esta misma habitación contigo recostado en otra camilla. En rehabilitación. Tres meses después y no despertabas, Gerard ya había salido del hospital, pero aún así venía a visitarte todos los días, a la misma hora, sin falta. Helena, él te extrañó como no te imaginas. Alguna vez llegaste a mover los dedos del pie… --hizo una pausa—Creo… que fue aquél día en que el trajo a su amigo.
-¿Qué amigo?
-Un joven, más chico que ustedes dos, de ojos claros y de estatura baja…
-…Frank…
-Creo que era él…--la enfermera respiró hondo y miró el suelo. Después volvió a verme a los ojos—Es todo lo que sé.
-Es suficiente—le dije sonriente—Gracias
-Muy bien—ella se levantó y me arropó con las delgadas sábanas de la camilla—Ahora debes descansar. ¿De acuerdo?
-Sí—contesté recostándome bien.
-De todos modos yo seguiré por aquí.
  Acomodó algo en uno de los pocos tubos que ya tenía injertados en mis venas y luego me dio mucho sueño. ¿Era droga eso? … Se sentía bien. Muy bien…

  Su rostro se desvaneció y yo caí profundamente dormida.

***

-Helen… Helen-na—alguien me llamaba tartamudeando y movía mi brazo—Helena Lee despierta, es hora de comer.
  Abrí los ojos y luego los tallé. El sueño me invadía pero aún así el hambre no se dejó obligándome a despertar.

-¿Qué hora es? – le pregunté a la enfermera
-Hora de que te levantes—miró su reloj—Son las once y media de la mañana.
-¿De la mañana?... Pero, entonces dormí una hora solamente…
-No, Helena. Dormiste todo el día. Veinticuatro horas casi exactas.
-¿Enserio?
-Sí, creo que debemos relajar un poco la dosis…
-¿Cuándo puedo irme?
-Pareces una niña de quince años haciendo preguntas todo el tiempo
  “Soy una niña de quince años” dije en mis adentros. Pero, obviamente eso no lo sabía la enfermera. Y claro, no podía culparla por no saber, nadie en este jodido hospital lo sabía, sólo yo.
-Tengo que. Hay muchas cosas que no recuerdo.
-está bien, pregunta todo lo que quieras. Ahora, toma—la enfermera puso una charola sobre mi regazo—Come y yo te espero.
 La tomé y miré lo que me traían de desayunar: Una ensalada, una manzana  un flan. Miré a mi derecha donde se encontraba ella sentada y noté que tenía una caja de jugo de manzana en la mano. Supongo que era para mí
 Volví la vista a mi comida.
-Anda, no está envenenado—agregó la enfermera y soltó una risita—Es en serio. Aquí la ensalada no está podrida como en las películas.
  No dije nada y tomé el tenedor de plástico. Puse un poco de ensalada verde en él y engullí. Estaba fresca y rica, como dijo ella. Seguí comiendo, casi sin respirar, el hambre me mataba.
  Al terminar, me di cuenta de algo; todo eso lo hice con la mano izquierda, muy natural fue mi movimiento. ¿Helena es zurda, por qué no me lo dijiste, pequeña Scarlet? Pensé, intentando hablarle, pero ella no me contestó.


  Volteé a ver a la enfermera y con un mohín me invitó un poco de ese jugo que sí se me antojaba y de inmediato acepté.

***

  A las dos de la tarde, con caras llenas de asombro, el médico y las enfermeras decidieron darme de alta. Al parecer el regreso de la vida de Helena era casi un milagro.
  Media hora después, bien bañada, me encontraba sentada sobre una cómoda silla de ruedas, con ropa de Helena y sus pantuflas.

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  Esta silla era divertida, movía un poco las llantas y me trasladaba rápido. Anduve por los pocos pasillos del hospital del condado, viendo de reojo a los demás pacientes casi fríos recostados en sus respectivas camillas. Unos lloraban, otros dormían. Eran los pasillos de la desolación para todos, menos para mí.

  Regresé a mi habitación. Me acomodé el cuello de tortuga azul marino de mi suéter y me di cuenta que todo estaba limpio allí dentro, de nuevo. Como si yo nunca hubiera estado dentro.
  Sonreí al creer que era un sueño. Pero la realidad era que al ser pequeño el hospital, las mucamas lograban cambiar y limpiar sábanas y demás en todas las habitaciones de inmediato.
  ~~

La enfermera amable tocó mi hombro por atrás y giré la silla para verla.
-toma, se te olvidó esto—me dijo ella dándome un retrato—Se ven bien juntos…
-Ah, gracias—dije extrañada
-En unos momentos viene Gerard por ti…
  Y desapareció entre la blancura del pasillo.

  Contemplé la fotografía. Eran  Helena y Gerard. Bien, Gerard y yo, supongo que unos años atrás, pues él no se muestra como ahora, con ese cabello tan oscuro y las ojeras… En el retrato se ve feliz, más joven, incluso su cabello es verde muy rebelde y sonríe sincero. Helena está abrazándolo por atrás, en una feria…
  En serio se ven contentos, pero el pueblo sigue siendo el mismo, se ve igual de frío y gris.

   Por alguna razón, una lágrima cayó sobre mi mejilla.
“Es que Helena aún extraña esa juventud” resonó la voz de Scarlet.
-¿Siento lo que elha debería sentir?—pregunté en un susurro
“Sí, es esa conexión que todas las almas que han hecho esto, como tú, odian. No les gusta sentir lo que otros deberían, pero esas son las pocas consecuencias del cambio de cuerpo, Scar. Perdón… Helena”
-Entiendo—fue lo último que dije, y dejé que mis ojos se inundaran de agua. También dejé al cuerpo llorar un poco y luego me sequé las lágrimas.
  No iba a quedarme como antes con el nudo en la garganta, y este no era mi cuerpo, temía maltratarlo.

  Dejé el retrato en mis piernas y me dirigí a la recepción. De nuevo crucé pocos pasillos del lugar y miré a los mismos pacientes sufriendo.


  La entrada del hospital tenía puertas grandes de cristal. Me quedé ahí, sentada sobre la silla de ruedas a mirar el aburrido y feo paisaje del pueblo donde siempre he vivido.

  Volví a juguetear con la silla. Comenzaba a aburrirme. Pero a lo lejos, entre la neblina del frío otoño ahí afuera, logré vislumbrar a un tipo alto y pálido, vestido con un smoking.

Sí, era Gerard.

  Entró corriendo por la puerta de cristal y se quitó los guantes.
Me miró de soslayo y sonrió. Pero en vez de venir a mí y abrazarme, se dirigió inmediatamente al escritorio de la recepcionista y ella le dio papeles. Él firmó y después, al fin, se giró y me miró.

-¡Hola, Helenita!—saludó hincándose para verme – ¿Cómo te fue hoy en el hospital?... Ayer vine a verte en la noche, pero estabas dormida. Temí que volvieras a ser un vegetal—después de su comentario, Gerard soltó una risita nerviosa y me miró a los ojos.
  Quizá esperaba a que dijera algo, pero… realmente no sabía qué contestar.

-Qué bueno que estés aquí—fue lo único que se me ocurrió decir—Gracias por seguir cuidándome, Gerard.
-Gee—dijo él molesto
-¿Gee?
-Sí, así me llamabas. ¿Te acuerdas?
-Oh, sí, lo recuerdo—mentí—Pero…
-No te preocupes, era un chiste. Dime como quieras—Gerard me interrumpió.
-Eres raro—Comenté haciendo una mueca.
-Ya lo sabías—dijo él levantándose. Luego, ‘mi hermano’ se paró detrás de mí y preguntó--¿Lista para regresar a casa, después de un largo viaje entre sueños?
-Supongo… --dije temerosa
  Y el segundo asesino de Scarlet empujó mi silla de ruedas. Pero entonces, una voz llamó su nombre.

-Señor, Way. ¡Señor Way!—gritaba una enfermera haciendo que Gerard volteara y se detuviera.
-¿Sí?
-No pueden llevarse la silla de ruedas. Pertenece al hospital del condado… Lo siento
  “Strike uno” pensé burlándome de nuestra equivocación al creer que nos regalarían esta cómoda silla de ruedas.
-Oh. De acuerdo, pero sólo déjenme llevarla al auto, está aquí en frente. ¿Sí?—respondió hábilmente. En serio me quería cuidar…
-De acuerdo, señor Way.
-No me tardo.

Entonces Gerard volvió a tomar los manubrios y me empujó más rápido hacia fuera del edificio.
 

  El viento soplaba afuera, se veía que una tormenta venía en camino. Gerard me puso una cobija sobre las piernas y volvió a empujarme.
  Al llegar a la puerta de su auto-que era un Lincoln clásico negro-me tomó debajo de los hombros y me ayudó a levantarme. Sólo tuve que dar algunos pasos para entrar por la puerta del copiloto.
-¡es un milagro!—gritó de repente--¡¡Ya camina!! Gracias, diosito…-- y luego comenzó a reír.
  Yo lo seguí. Por todos los cielos, sus bromas me animaban.
-Cálmate, Gee. No me volví una inválida…
-Pero casi.
-Bueno, ya, ayúdame a cerrar la puerta.
  Él obedeció y regresó corriendo al hospital con la silla de ruedas.

   Mientras, yo me dediqué a observar su vehículo por dentro.
    A decir verdad, se veía muy ordenado, para ser de Gerard. Porque todo estaba limpio, los asientos grises bien cuidados, el tablero era viejo, pero se veía servible. Los botones del estéreo sí se veían gastados, pero nada fuera de lo normal… Del espejo retrovisor colgaba un collar con un dije en forma de diamante. Y fue ahí donde recordé que Frank tenía mi dije. El que tenía forma de clave de sol y que él mismo me regaló. Tenía que encontrarle.<+o:p>

  Intenté pensar qué habría pasado con él durante los últimos nueve meses sin mí, sin Scarlet.

  Recordé la última vez que hablamos. Él dormía en la cama de Gerard y yo me encontraba sobre la repisa de la habitación…

  Suspiré. Y luego Gerard me asustó al abrir la puerta del piloto.
-Bueno, listo. Dicen hos doctores que debes seguir reposando
-Lo sé, gracias por recordármelo—dije tajante mirando el volante.
-¿Te gusta mi nuevo auto?
-¿Es nuevo?
-Claro que sí. El otro se hizo mierda cuando… ocurrió el accidente.
-Ah—hice una pausa y lo miré—Oye
-¿Qué?
-¿Todavía… vive Frank contigo?
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