13 jul 2011

My Murder Capitulo 7

"Hasta luego y buenas noches"
(My Chemical Romance)

Al día siguiente me encontré sentada sobre una banca en frente de una capilla. La cual siempre me dio miedo desde que era pequeña.
  Era el lugar donde mi abuela siempre iba a rezar, lo hacía siempre que lo creía necesario…
Recuerdo que cuando yo la acompañaba, siempre había un niñito de mi edad sentado sobre esta misma banca de cemento. Siempre estaba dudoso de entrar, él solo miraba pasar a las personas. Me parece que siempre esperaba a su madre salir, pues siempre se iba junto a una mujer hermosa y sonriente… Nunca le hablé, la timidez me ganaba, sigue sucediendo.
  Me levanté de la banca y de inmediato la pequeña de moretones parecidos a los míos y vestido apareció.
-Buenos Días, Scarlet—saludó sonriente.
-¿Qué tienen de buenos?—pregunté con sorna.
-Tienes razón de estar molesta, Scar. Y más el día de hoy.
-¿Por qué? ¿Acaso me mostrarás mi cuerpo desnudo y abierto como si fuera un experimento? Ah, no espera… eso ya lo hiciste
     La pequeña solo me miró seria
-Entiendo que saques tu molestia en forma de sarcasmo también… Así que por ello, no te diré la razón por la cual estás aquí—soltó una risita—Lo descubrirás tú
y de pronto desapareció.
-¿Yo sola? ¿Qué diablos…?—dije al aire después de que ella se fue.
Entonces algo me dijo que debía entrar en ese lugar.
Se escuchaban sollozos…
Un auto se estacionó sobre la acera justo enfrente de la puerta del lugar… Y luego, un ataúd fue sacado de la parte trasera… Un ataúd verdadero, color rojo oscuro con adornos extraños… Un ataúd de mi medida. Mi ataúd.
-De nuevo enfrento yo sola—murmuré mientras seguía a esos seis hombres con la mirada.

Cargaban esa caja conmigo dentro, no parecía que estuviera pesada. Se metieron serios hasta el altar de la capilla donde, a un lado, había un gran crucifijo postrado.


-De nuevo yo sola  me miro muerta—dije mientras los seguía.

Me senté sobre una butaca de madera ahí dentro. La iglesia pequeña era tan fría como la recordaba, tenía las mismas imágenes que siempre. Nada había sido restaurado. Era como si el tiempo ahí no hubiera pasado y nada se hubiera deteriorado…
En unos instantes se llenó de gente. Familiares y conocidos de la abuela se sentaron al inicio. Y las otras personas-quienes eran completos extraños para mí-estaban hasta atrás admirando el espectáculo.
  Dos mujeres altas y delgadas comenzaron a adornar alrededor de mi ataúd, el cual aún seguía cerrado. Pusieron rosas blancas y unas rojas, luego un gran retrato mío fue puesto detrás de esa caja roja. Y después solo rociaron perfume… realmente no sabía a que olía aquello, ya no tenía la misma sensibilidad que cuando estaba viva.
Contemplé mi rostro vivo en ese retrato.
Así era yo antes de…esto-pensé—Supongo que he de acostumbrarme—suspiré.


Minutos más tarde mi amiga Magda apareció en el marco del portón de la capilla, tomada del brazo de mi abuela quien tenía ojeras y la sal de las lágrimas ya secas de la noche anterior sobre sus arrugadas y frágiles mejillas, su rostro estaba triste, no se veía aquella lucecita de esperanza en sus ojos como antes. Esto hizo que mi estómago se estremeciera, sentía culpa. Era por mí su tristeza, yo nunca quise que ella sufriera por mí.
Comencé a caminar alrededor de toda esa gente sentada sobre frías bancas de madera.
Rodeé todo el lugar escuchando conversaciones…

-¿Por qué estamos aquí, mami?-preguntó un niño
-Es la despedida de una joven del pueblo, hijo—respondió la madre
-Pero no la conozco…
-No… yo tampoco
-Tengo miedo… Hay una joven de mi lado izquierdo observándonos—comentó el nene mientras señalaba el lugar donde yo estaba. Miré a donde su dedo apuntaba, y solo estaba yo, también su madre volteó
-¿Quién, hijo? No hay nadie
-Es ella ¿verdad? Se parece a la chica de la fotografía
Esto me asustó y regresé donde mi ataúd me esperaba.
Me paré justo al lado izquierdo, esperando a que algo sucediera.
~
Cuando el sacerdote terminó de hablar y dar su sermón sobre dejarme ir de la tierra, mucha gente de la que no conocía comenzó a salir del lugar después de hacer esos signos sobre su frente, luego su estómago, sus hombros y luego besar la pequeña cruz que formaban con los dedos… Amén


Muchas otras personas se levantaron para despedirse de mí… y fue ahí cuando mi engreída tía volvió a hacer su aparición llamando la atención.
-Disculpen ustedes, pero el ataúd de Scarlet no se abrirá. El estado en que se encuentra no es adecuado para que alguno de ustedes lo vea—dijo sonriente—gracias por su atención.
Comenzaron los murmullos y luego se formaron en una fila para hacer… lo suyo.
La primera fue, obviamente, mi abuela.
-Que Dios te bendiga, hijita—su voz sonaba triste aunque ya no lloraba—Sabes que te quiero y siempre te tendré en mi corazón, pequeña. No dudes en venir a cuidarnos…--trató de sonreír—Ahora eres ese angelito en el cielo que siempre necesité...
Su pequeño discurso fue interrumpido por la voz arrogante de otra anciana que se abría paso entre la gente para llegar donde mi abuela.
-¿Qué lloras?—dijo con una voz grosera—Mírala, está ahí acostada vacía, sin vida… ¿Por qué lloras? ¿No era una carga más en tu vida?—le dijo llena de odio mientras abría el ataúd dejando ver mi deshecho rostro. Esto atrajo a muchos y se amontonaron para poder verme demacrada.
-¡No!-gritó la abuela- No hagas esto más difícil… Por favor—comenzó a sollozar. Mi amiga Magda corrió a su lado y cerró el ataúd.
-No hay nada interesante que ver aquí, gente—dijo de forma autoritaria—El Espectáculo ha terminado. Lárguense si no conocen a Scarlet. Y quien lo desee, lo esperamos en el cementerio del pueblo en menos de dos horas ¿Entendido?


Entonces la mayoría se salió de ahí y la capilla quedó medio vacía.
-Usted también váyase. Solo trajo más problemas—regañó a aquella mujer que lastimaba a la abuela, mientras ésta seguía en el suelo llorando, de nuevo.
~
Una hora más tarde todos se encontraban en el cementerio. Menos una persona…
Todos se habían ido hacía unos minutos, pero yo me quedé. Podía llegar a ese lugar en menos de lo que cantaba un cuervo…
El sacerdote también salió.
Me encontraba cerca de ese crucifijo que siempre me dio miedo. Pero hoy no.
Comencé a meditar lo sucedido.
Un colchón, mi sangre, un hombre con voz tenebrosa.
Luego un supermercado sucio con prostitutas de cabellos enredados y teñidos de diversos colores. Mi sangre sobre el suelo.
Un hombre obeso hablando de mí sin que yo lograra reconocerle.
Después un lago y en medio mi cuerpo yaciendo y sangrando. Luego Gerard diciéndole a Frank que no debían acusar a Mario.
Frank pensando en mí…
Mi sangre corriendo de nuevo sobre el agua.
Una niña pequeña tratando de ayudarme.
Luego mi abuela llorando y mi amiga consolándola, tratando de ser fuerte.
Acto seguido mi autopsia.
Y hoy… mi funeral con un final espantoso.
No podía creerlo. Todo esto ¿Enserio me estaba sucediendo a mí?
De pronto escuché pasos saliendo del lugar.
Miré hacia la puerta, estaba la silueta de un muchacho, no muy alto. Vestido de negro… Miraba al cielo.
-No quise hacerlo. Yo y mi egocentrismo—murmuró.
Era Frank… había asistido a mi funeral.

Qué detalle, pensé.
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