2 feb 2012

My Murder: Capítulo 19

"Déjame ser el primero en decir que lo siento..."
(My Chemical Romance "Let me go on record, be the first to say I'm sorry")

-¿Helena?—fue lo único que logré decir con voz ronca.

Abrí los ojos, pero luego estos se me cerraron ante la blancura de la habitación, la luz que las lámparas del techo proyectaban era cegadora y mis ojos eran algo vulnerables. Así que decidí  seguir respirando con los ojos cerrados.

 Entonces me sentí viva de nuevo. Respiré. Inhalé y exhalé varias veces, disfrutando de la entrada y salida del bendito aire en mis funcionales pulmones.
   Percibí algo interesante…

  Podía oler. OLER la habitación, llena de medicinas con nombres raros  y algo de alcohol. Percibí con mi piel el frío de esta misma. Era sensacional, no podía creerlo. ¿Quién iba a creerlo?
Sonreí, parecía un sueño.

   Volví a tallarme los ojos recordando que ya estaba de nuevo viva, que debía despertar y que había alguien a mi lado.

  Mis ojos se acostumbraron a la fuerte luz blanca en cuestión de segundos, mismos que el chico a mi lado pasó viéndome despertar. Me incorporé sobre la camilla y miré mis brazos llenos de intravenosas y después sentí algo en mi pecho.
  Era mi pesado corazón. ¿Por qué esta vez sentía el peso de mi corazón? ¿Lo sentía antes cuando estaba viva en mi propio cuerpo?

-¿Helena?—fue él quien habló interrumpiendo mi primer contacto con el cuerpo extraño.

Fue entonces cuando lo vi. No era un muchacho, era un hombre. ¿Quizá el papá de la tal Helena? o tal vez… alguien que quiso asesinarme.

Vi sus ojos color entre esmeralda y miel llena de pavor. Esa sonrisa chueca y los dientes medio amarillos. No podía creerlo…

-¿Gerard?—mi voz era diferente a la de mi otro cuerpo, pero a pesar de que ese factor y otros muchos eran diferentes, juro que la cara del señor vestido de negro que estaba lleno de lágrimas a mi lado derecho, era la misma que la de Gerard Way. El hombre de 28 años que le ayudó a Mario a asesinarme.

¿Qué será ‘Helena’ de Gerard, que su estado lo hace sentir tan mal?

-Sí me recuerdas—murmuró mirándome aún con ojos rojos. Volteó a la puerta y comenzó a gritar emocionado--¡Enfermera, enfermera! ¡Está bien, enfermera! ¡Ella está bien!
  Se levantó y salió de la habitación corriendo muy alegre, como si de un niño en navidad lleno de regalos se tratara, dejándome sola acostada sobre esa camilla incómoda.


-Uhm… Helena Lee, 21 años, cabello negro, pálida como un vampiro o un muerto ¡jaja!—la voz de la pequeña Scarlet resonaba en las paredes de la blanca habitación de hospital—Aah… ¿qué más?
-¿Día del sarcasmo?—le pregunté recostándome de nuevo.
-Oh, estás fuerte ahora, Scar…--se acercó a mí--¿O debería decir “Helena”?
-No lo sé…
-Pues, acostúmbrate a ese nombre, a esa cara, esa voz y ese cuerpo moribundo. Porque es el que usarás en esta… “Misión imposible”
-tienes algo hoy… Esa clase de bromas no son normales en ti
-Sólo estoy feliz por ti, Helenita.
-Por favor, sabes que no me va a gustar.
-Tú lo sabías, y de todos modos aceptaste. Ahora no puedes echarte para atrás… A menos que quieras que Gerard sufra un colapso.
-¿De qué hablas?
-Ok, sigamos revisando los apuntes del jefe del quinto cielo—tomó una tabla de madera donde estaba un papel lleno de letras y letras, como una historia interminable
-¿Es su expediente o algo?
-Es… la historia de su vida—me sonrió
-¿Yo tengo una?
-Sí, Scarlet tiene una,--habló en tercera persona-- claro termina el día de tu muerte por una violación…
-Sí, sí. Ya lo sé—interrumpí para que no siguiera recordándome por qué estaba aquí.
-De acuerdo, sigamos leyendo—cambió de hoja y se concentró—De acuerdo, estábamos en Helena Lee, 21 años, piel pálida-jo, como un muerto-, una carrera de dibujo casi terminada, sin familia, solo amigos.
-¿Enserio, Helena Lee? … --suspiré-- ¿Razón por la cual está en el hospital?
-Helena, estás en el hospital porque padeciste de un coma muy grave—contestó ella haciendo que me confundiera.
-¿Qué?
-Te dije que debías acostumbrarte.
-De acuerdo—suspiré y pensé—Entonces, Helena… Bueno, yo, iba a morir hoy, pero llegó Scarlet y entonces ¿Tengo mi vida de nuevo?
-sí, Helena. Tu vida regresó—me sonrió—Qué bueno que logres asimilarlo, Scar—suspiró y tomó mi mano—Extrañaré llamarte así.
-yo también…


La pequeña Scarlet desapareció dejándome llena de más dudas y varias voces comenzaron a acercarse.
 Gerard fue quien entró primero muy apurado
-¿Lo ven? Despertó—me señaló y un par de enfermeras y el médico que acompañaban a Gerard me miraron sorprendidos.
-Esto es… es… increíble—susurró una de las damas de blanco
-Lo sé—interrumpió Gerard—Es como un milagro ¿Verdad?

Esperen. ¿Gerard Way creía en los milagros? O sea, el tipo que me asesinó… ¿Enserio mencionó esa palabra sin titubear?

-Si supieras que no fue tan mágico como crees—murmuré y por suerte nadie me escuchó.
   Gerard volvió a pararse a mi lado y tomó mi mano.
-Actúa como si lo conocieras y estuvieras feliz de haber regresado—escuché decir a la pequeña Scarlet, pero no la vi por ningún lado.

¿Yo, actuar? No es tan fácil querer hacerles ver que estás contenta cuando realmente sientes pánico, porque sabes que estás con uno de tus tres asesinos.
-Creo que si ella sigue progresando, podrá salir en un mes—dijo el doctor y antes de salir añadió— Revísenle los signos vitales. Sueros, la respiración… ya saben

Sonreí intentando actuar.
 Las enfermeras lo miraron salir por la puerta y sacaron a Gerard de la habitación. Me examinaron como si de dos científicos y una rata de laboratorio se tratara.

  Los tubos que entraban y salían de mi cuerpo los movían y eso me incomodaba de tal manera que no quería ni verles la cara. Me quitaron algunas agujas y esa máscara de oxígeno que me molestaba colgada de mi cuello.

-No te preocupes, corazón—dijo sonriente una enfermera—Todo saldrá mejor, ya verás. Siempre hay razones por las cuales seguir viviendo
  Su tono maternal me extrañó. Creí que las enfermeras eran groseras, porque siempre pensé que nadie quería trabajar como una.

-Sí, ya puedes dormir más tranquila. Espero hayas aprendido…--continuó la otra y ella sí fue algo dura
-Cállate, ni siquiera se lo recuerdes—dijo la primera golpeándole las costillas con el codo—Ya nos vamos, si necesitas algo, sólo toca este botón—añadió ella señalándome un círculo rojo pegado a la derecha en la pared.
-Bien—fue lo único que dije.

Casi no quería moverme, era extraño ya para mí volver a la vida. Tampoco quería hablar, la voz de Helena era diferente a la mía, un poco parecida. Algo aterciopelada pero al mismo tiempo tenía ese tono agudo que la voz de una mujer necesita siempre.

¿Cómo te sientes?, sonó su voz en mi cabeza. La pequeña Scarlet me hablaba por medio de mi mente humana.

-Rara, pero satisfecha—dije intentando acostumbrarme.
Muy bien. Gerard querrá volver a entrar
-¿Tienes más información?
Sólo puedes buscarla por ti misma, Helena. Dijo la pequeña y al decir el último nombre su voz tembló, tampoco lograba acostumbrarse.

-Scarlet…Scarlet ¿Sigues ahí?—susurré buscando entre el blanco de la habitación de hospital, pero nadie me respondió.
  Miré mis manos, estaban llenas de moretones. Abrí las sábanas blancas y también mis piernas estaban golpeadas. Mi rodilla izquierda tenía una cicatriz y los dedos de mis pies seguían oscuros.
¿Pero qué demonios…?

-Helena—me llamó desde la puerta y volvió hacia mé—Estás bien, qué bueno que hayas regresado. Creí que jamás volvería a verte sonreír
  Gerard tenía los ojos empapados y besaba mi mano.
-Estoy bien… No te preocupes. Y deja de besarme que me quedaré sin ella—le contesté refiriéndome a mi mano, tratando de olvidar que lo conocí el día en que morí.
-Extrañaba tu sentido del humor, hermanita
-¿hermanita?
-Sí—me sonrió—Helena, eres mi hermana menor, hija de otro padre, pero eres mi hermana. No bromees ni me digas que no lo recuerdas
-No, sí… Sí lo recuerdo—contesté fingiendo—Pero… ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué hospital es este?

  Entonces Helena Lee es media hermana de Gerard, quizá esa sea la razón por la cual jamás oí hablar de ella.
  La cara de ‘mi hermano mayor’ se crispó y luego se volvió seria. Se recostó a mi lado y comenzó a acariciar mi cabello
-No tengas miedo, Helen… No lo recuerdas porque el choque fue muy fuerte.
-¿Choque?
 Él suspiró y siguió con mi mentón.
-Helena, todo esto fue culpa mía—su voz era melancólica—Por favor, discúlpame
-Pero cómo voy  disculparte por algo que no sé
-Tengo que irme—Gerard se levantó rápido de la camilla y luego besó mi frente—Hablaremos luego ¿de acuerdo?
-no—dije tajante
-No te pongas así. Mejor duerme…--Sacó de su bolsillo un celular, tecleó algunas cosas y volvió a dirigirse a mí—Me voy, pequeña. Ah, por cierto, Frank te manda saludos.
-¿Frank?
-Sí, aunque parezca raro, sigue un tanto preocupado por ti
- ¿Frank… Iero?—pregunté titubeante. Esto se hacía cada vez más fácil.
-Sí ¿Hay algún otro Frank que conozcas en este pueblito de mala muerte?

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