15 feb 2012

My Murder: Capítulo 22

"Comparemos cicatrices, te diré las de quién son peores"
(Rise against-"Let's compare scars, I'll tell you whose is worse")







El gélido viento del otoño golpeaba mi rostro al abrir la puerta, mi corazón –más bien el de Helena- comenzó a brincar al ver su silueta.

-Helena—murmuró alegre-- ¡Estás bien!

 Sonrió como siempre amé que sonriera. Era igual a como lo recordaba, sólo que se veía cansado, como si la vida lo tratara de asesinar y él no se dejara, como si fuera un soldado recién llegado de una batalla.

-¡¡Hola!!—le saludé, no me importó sabe que Helena estaba enojada con él, era mejor reconciliar la relación

 Frank inmediatamente me abrazó y yo correspondí al gesto rodeando su torso con mis brazos, posando mi cabeza sobre su hombro y dejando que su aroma penetrara mi nariz.

  Cerré los ojos llena de satisfacción. Todo resultaba tan sencillo.

El viento volvió a soplar y ambos temblamos. Deshice el abrazo.
-Pasa, Frank. Morirás de frío ahí afuera—le pedí haciéndome a un lado dejándole espacio para que entrara.
-No, estoy bien—contestó sin gesto.
-Es enserio, pasa.

  Él resopló y se metió.

   Me senté a su lado en el sofá de la sala.
-Helena. ¿Estás bien? –me preguntó preocupado, como si enserio algo estuviera mal.
-Sí, estoy perfectamente bien, Frank. Acabo de salir del hospital.
-Sí me dijo Gerard. Creí que pediría el día para quedarse contigo, pero veo que no está aquí.
-¿Venías a buscarlo a él?
-Sí, pero… Creo que me quedaré un rato. No vaya a ser que te pongas mal otra vez
-Entonces viniste a cuidarme—deduje.
  Frank me miró de soslayo y luego asintió.
-Ay, no te preocupes, ya te lo dije; estoy bien. Nada va a pasarme.
-¿Estás segura? Porque me tratas muy bien. Eso no me da mucha confianza.
-¿Qué? –pregunté confundida.
-Helena, por favor. No juegues conmigo; ambos sabemos que no me aguantas y que yo nunca me sentí cómo cuando llegaste aquí.
 

 Eso me dolió a mí a pesar de saber que él hablaba de la relación; Frank/Helena y no Scarlet/ Frank.

-Supongo que te metiste un buen golpe en esa cabeza—suspiró mirando el suelo—Pero creo que tienes razón, mejor no te cuido y me voy—Frank disponía a levantarse cuando yo le tomé el brazo obligándolo a sentarse de nuevo.
-No, Frank. Tu no te vas de aquí—le dije seria, y es que realmente no quería que se fuera—tu perteneces aquí. Debes quedarte ¿Me entiendes?
-Pero este no es mi hogar.
-¿Cómo que no es tu hogar, entonces cuál es?
  Él cerró los ojos y luego bajó la cabeza.
-Realmente no lo sé—susurró.
-Gerard es amigo tuyo. Y por lo que yo sé, ésta no es casa mía y yo no puedo correrte. Así que quédate y duerme un poco. ¿Sí?

  Frank alzó la vista y me miró a los ojos extrañado.
-¿Por qué eres tan amable conmigo? Creí que me odiabas a muerte.
-¿Por qué habría yo de odiarte?
-Helena, todo eso fue puro chantaje porque creías que estaba loco. Me llevaste al psicólogo porque Gerard te contó que yo veía un fantasma…

  Dejó las palabras en el aire ocasionando un hueco en mi estómago. Todo el embrollo fue porque Frank me veía… Quiero decir, veía al fantasma de Scarlet. Realmente Helena había complicado las cosas.

-Pero… La gente suele cambiar de opinión.
-¿Tú crees que ese accidente te haya cambiado, Helena?
-Sí. Sí lo creo, Frankito—le contesté intentando sonar mayor.
-Entonces ¿Crees que puedas aceptarme de nuevo?—dijo él con amabilidad—Pero haré lo que me pidas; limpio tu habitación, las cortinas, incluso lavaré el baño—continúo él atropellando las palabras.
-Frank, eres bienvenido a esta casa cuando lo desees.
-Gracias—dijo sonriendo. Luego se levantó y me abrazó con cuidado, como si yo fuera una vulnerable muñeca de porcelana.
  Entonces caminó hacia la cocina.
-¿Qué haces? –le pregunté desde el sofá.
-El desayuno—contestó sacando una sartén.
-No. Tú te vas a dormir, porque vas a regresar a la escuela ¿entendiste?
-No eres mi madre.
-Pero como si lo fuera. Soy mayor que tú y debes obedecerme.
-de acuerdo, señora Lee. –contestó en forma de broma.
-Pero primero date un baño, que del lugar de dónde vienes no huele muy bien.
-Sí, señora.
-Y no me digas señora. Dime Sca… Digo, Helena.
  Al parecer Frank se dio cuenta que me trabé en esa oración, pues se sorprendió, pero luego siguió su camino al baño. Y es que yo aún no lograba decir en voz alta que mi nombre humano era Helena.

***

  El reloj ya marcaba las diez de la noche y Gerard aún no llegaba. Mi Frank dormía en la habitación que le asignó “mi hermano” aún cuando yo era un fantasma.

  Yo… Pues me encontraba, silenciosamente, sentada cerca de su cama. No quería despertarlo y hacerle pensar que lo acosaba. Aunque, pensándolo bien, esa era la situación real.

 Pero nadie quiere ser descubierto espiando a su amado, nadie. Así que… sólo lo miraba respirar tranquilo, como la última vez que estuve con él.

  La luz plateada de la luna iluminaba su  desnuda espalda y su nuca. Frank dormía boca abajo respirando sobre la almohada, creando un sonoro y quieto ronquido que a cualquiera hubiera comenzado a arrullar. Incluso logró eso en mí, pues minutos después comencé a cabecear.
-

  Después, dormí un poco…

Mis sueños claros y llenos de Frank, se tornaron oscuros y llenos del pasado; del pasado de Scarlet….

  Realmente no eran sueños las imágenes que pasaban en mi cabeza cuando por fin logré cerrar mis párpados, eran más bien recuerdos de todo aquello que a mí, Scarlet, me había sucedido desde aquella noche en que fui secuestrada y asesinada.

  Soñé el día en que por primera vez Frank me había hablado, las veces en las que su padrastro había ido a casa a golpear a mi madre, soñé la vez en que fallecí, cuando mi hermana gemela falleció, cuando Gerard me tiró al río, cuando Emilie coqueteaba con Frank, cuando Mario hablaba pestes de mi familia, mi funeral…

 Al último Gerard aparecía. Iba a golpearme… ¿Por qué?

 Cuando “sentí” aquella bofetada en mi sueño, desperté sobresaltada.

Abrí los ojos llena de miedo. ¿Gerard me había golpeado siendo Scarlet aún? ¿o era un recuerdo de Helena?

-No… Por favor… pfavor… No, nomegolpeesdenuevo –escuché a Frank balbucear entre sueños y él también despertó. --¡¡Ah!!—exclamó asustado al verme sentada junto a él.
 Me levanté rápido y encendí la luz de la habitación.
-Calma… Calma…--le dije mientras él se sentaba sobre la cama cubriendo su desnudo torso con las sábanas.
-¿Qué haces aquí?
-Yo… vine a ver cómo estabas.
 Él se tomó la cabeza preocupado…
-Sí, estoy bien –me sonrió intentando fingir—Sólo fue una pesadilla, Helena. No te preocupes.
-¿Se trataba de Gerard? –Le pregunté acercándome más a él, logrando notar esos moretones en el cuello y parte de la mejilla derecha de nuevo.
-En realidad… no lo recuerdo
-Frank… --dije con voz molesta—Por favor, quiero que confíes en mí.
-Pero no está pasando nada serio ¿Sí? La gente suele tener pesadillas que normalmente no tienen nada que ver con la vida real—suspiró cansado—Aparte tú no eres mi madre
-Está bien –dije mientras acariciaba su pómulo. Al tocarlo sentí un bulto en su rostro, entonces lo tomé con ambas manos y noté que tenía otro hematoma. Frank hizo una mueca de dolor --¿Quién te hizo esto? –pregunté más molesta.
-nadie…--respondió él sonrojándose y bajando la cabeza.
-No, Frank. Tienes que decírmelo. A partir de ahora yo seré el adulto que te cuide, así que debes de contarme lo que sucedió con esa carita.
 Confieso que no sé de dónde saqué lo maternal, pero era cierto que quería protegerlo, y no me importaría comportarme como una madre sobreprotectora si eso necesitara.

-No eres mi madre—repitió—Ya te lo dije, no es nada. Y no hay buena razón para que tú, Helena Lee, quieras cuidar de alguien como yo. Ya tengo 17 años, soy lo suficientemente grande como para poder arreglármelas solo –Me contestó alterado y luego miró a la nada diciendo—Siempre supe cuidar de mí mismo.
-Fue Gerard—solté de pronto, evadiendo las duras palabras de Frank—Sé que fue él… ¿Qué pasó?
  Como respuesta, Frank me miró desconcertado con lágrimas en los ojos.
-Frank—susurré acercando mi rostro al suyo—Oye… No pasará nada malo si me lo dices
-No te creo. Eres su hermana menor…--contestó con voz pasiva, parecida a la mía.
-No le diré, Frank –seguí murmurándole cerca—Tú eres mejor que él. Y al ser yo su hermana, sé de antemano que Gerard es una mierda. Tú no—le sonreí
 Volvió a poner cara triste, sus enormes ojos relucían más gracias a las cristalinas lágrimas que se asomaban en ellos. Se veía tan hermoso arqueando así las cejas y moviendo nerviosamente los labios, como haciendo un puchero.
  Así me miró durante varios segundos, lleno de miedo.

 Yo jamás quise transmitirle eso. ¡Maldita sea la hora en que me convertí en Helena!
-Sí –dijo entonces—Gerard me golpeaba… ¿No lo recuerdas?
-No—le contesté confundida. ¿Entonces…?
-También lo hizo contigo
  ¿Entonces Helena logró ver a Gerard golpeando a mi Frank?
-¿Conmigo? –le dije con voz temblorosa, quizá esos recuerdos viejos de Helena hayan sido combinados con los míos mientras soñaba hace un rato. Quizá el puño de Way en mi cara no era mi imaginación; era un recuerdo de ella.

  Esto ocasionó que mi temor hacia Gerard creciera más. Si antes le tenía miedo por lo que me hizo, a mí Scarlet, me daba ahora más miedo al saber que también lastimaba a su media hermana.
-Sí, helena. Nos golpeó aquella noche en que te fuiste.
-¿Qué pasó realmente esa noche, Frank? Necesito saberlo… No recuerdo nada.
-Eso: él me golpeó.
-¿Y luego?
-Me quisiste defender, y ocasioné que a ti también te lastimara—volvió a suspirar –Eso pasó.
-¿Te duele? –fue lo único que logré preguntarle con mi garganta seca.
-Un poco. Pero me duele más que te haya hecho eso a ti—contestó señalándome el cuello.


¿Qué tenía ahí? …
Cierto, pensé, desde que regresé a la tierra como Helena no me he detenido a observarme físicamente. Sólo me acostumbré a mi voz. ¿Seguiré masacrada?

 Me toqué aquella parte del cuello, debajo de mi oreja izquierda. Con los dedos helados logré palpar la piel de mi nuca, se trataba de un bulto, a rosarlo con la yema de mi dedo índice me ardió.

 Entonces me dirigí a la puerta de la habitación, donde se encontraba un espejo de cuerpo entero, me hice a un lado el oscuro cabello castaño y ahí la vi: la cicatriz de lo que parecía más que un rasguño, era una cortada ocasionada por algo filoso.

-¡¿Qué me hizo?! –le pregunté a Frank alarmada aun viéndome al espejo— ¿Qué fue lo que me hizo?
-Oh, ya sabes, lo más cobarde: te golpeó con una varita del roble que se asoma en tu habitación… --me contestó Frank intentando sonar despreocupado. Lo miré incrédula, entonces él contestó intimidado; — Es sarcasmo. Lo siento…
-No te preocupes. Todo estará bien—Sí, mi voz sonaba decidida. Y era porque estaba decidida, mientras le miraba el rostro amoratado a Frank, debatía conmigo misma sobre qué hacer.
- ¿Qué quieres decir con eso… Helena? –La voz de Frank se quebró al pronunciar ‘mi nombre’.

  Miré el reflejo de sus ojos en el espejo, él me devolvió el gesto y yo le sonreí confiada. Enserio tenía un plan y pensaba hacer pagar a Gerard por hacernos esto, él no era buena persona. Creo que nunca lo fue, y realmente no espero a que en un futuro llegue a serlo.



 Frank buscó su playera, al tiempo que yo me observaba detenidamente en el espejo.

Por fin lograba verme completa. Posé un poco frente al espejo de cuerpo entero.

 Helena era delgada, como yo; sólo que ella tenía mejor tono de piel, yo siempre fui un fantasma invisible, siempre pálida como la porcelana. Pero ella era blanca como una nube, con tonalidades rosadas, al menos me veía viva. Los ojos hundidos muy parecidos a los de Gerard y también reflejaban un tono verde almendrado, como si no pudiera definirse bien el color. La nariz también se parecía a la de su medio hermano, solo que la de Helena, en vez de estar muy respingada terminaba en una bolita suave y bien torneada. Por suerte no tenía el mismo tono de cabello, sino, sería un retrato muy idéntico de Way. También la diferenciaba la forma delgada y fina de su rostro; no era tan tosco como el de Gerard. Volviendo a su cabello; Helena lo dejaba largo, hasta debajo de los hombros, de color castaño oscuro muy parecido al negro azabache de su medio hermano, pero no tanto.

 Decidí sonreírle al espejo, sus dientes eran grandes. No como los de Gerard que son amarillentos y pequeños. Se veía que Helena cuidaba bien de su aseo personal. Era muy bonita, espero que haya sido amable antes de dejarme su cuerpo.



 Cuando me di cuenta, Frank ya estaba parado detrás de mí con cara preocupada; lo noté en su reflejo.

-Entonces ¿Qué piensas hacer? –preguntó al fin.
-Salir de aquí en cuanto antes –decidí.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...