11 oct 2011

My Murder: Capítulo 11

"Y después de todo, ¿cómo puedes llorar por mí? Porque no me siento mal por ello"
(My Chemical Romance)

  Su habitación no tenía mucho que decir. Se trataba de un pequeño cuarto con paredes pintadas de un verde oscuro con detalles en otro tono del mismo color, su cama distendida estaba en la esquina superior izquierda y en el otro extremo se encontraba una pequeña televisión ocupando como una cuarta parte de un escritorio de madera. En éste había cables y cuadernos… lápices y un retrato de una mujer. Justo al lado de ese retrato estaba mi collar.

   Un suspiro me hizo dejar de observar la habitación para poder poner más atención a la mente de Frank.

Me senté en la orilla de su cama. Sabía que ya no podía verme, así que no tuve problema.

Comenzó a tiritar, como si del peor invierno de la historia se tratara.
¿Acaso era mi presencia la que le hacía sentir así?
Se acostó acurrucándose debajo de las pocas cobijas que tenía.

Bien, ¿cómo demonios puedo meterme en sus pensamientos?
-No te vayas, no te vayas…--susurró haciendo que perdiera la concentración.
Me puse a imaginar las miles formas que había leído en libros sobre como meterte en la mente de otro…
Me concentré, pensé… imaginé lo que pudiera estar pensando y un clic dentro de mi cerebro hizo que tuviera la perspectiva de Frank.
¡Bravo!

(Frank)
No creo extrañarla… no debería extrañarla. De todos modos ya no está ¿por qué lloraría por alguien que ni siquiera sabe o sabía que existo?
Sigue siendo doloroso aún así.
No veré de nuevo volar los fragmentos de su cabello en medio del bosque juntos con el viento del frío pueblo. Ni Volveré a encontrarme con aquellos ojos grises tan brillantes que tenía, Scar… No volveré a ver esas pocas veces en las que sonreía mientras yo me oculto.
No volverá a leer sola en el parque, no la veré recostada sobre el húmedo césped del bosque… aquél bosque donde yo aparecí en frente de ella y ayudé a quitarle la vida.
-¿Qué hiciste, estúpido Frank?—golpeo mi cabeza debajo de las cobijas.--¡Diablos! ¿Por qué hace tanto frío hoy?No, pero yo no lo hice. No pude haberlo hecho… yo era un simple chico de 18 años con sueños, un chico de sueños no puede asesinar. Yo no asesiné a Scarlet.
De nuevo el sentimiento de culpa me invade y las necias lágrimas comienzan a caer otra vez sobre mis mejillas y luego se precipitan sobre mis sábanas.
No podía haber hecho eso, no yo.
Yo no soy un asesino.
-¡No puedo ser un asesino!—grito sin tomar importancia que tal vez Mario pueda escucharme desde la sala.
Sus pasos acercándose me ponen cada vez más nervioso.
Toc, toc, toc.
-¿Qué dijiste, imbécil?—pregunta Mario del otro lado de la puerta
-Que no quiero ser como tú—grité.
Mi tutor forcejeó con la manija de mi puerta para abrirla, pero tenía seguro.
-¡Ábreme, infeliz!—estaba colérico.
-¡No voy a obedecerte de nuevo! ¿Entendido? No quiero ser como tú. No soy tu esclavo o algo parecido, Mario. No soy un estúpido asesino como tú. NO LO SOY—le gritaba mientras el nudo en mi garganta comenzaba a apagar mi voz.
  Minutos después, logró tirar la puerta y entró más enojado que nunca.
Irrumpió en la paz que comenzaba a sentir desde que aquél infernal frío había llegado a mi habitación. Me sacó de la cama y me sostuvo en el aire tomándome de los hombros.
-¡No vuelvas a encerrarte! ¿De acuerdo?—me puso sobre su rostro, obligándome a verle las feas cicatrices que tenía en toda la cara y después fijé mi mirada en los oscuros ojos que sólo él podía tener--¿Qué esperabas hacer, eh?
-Na-nada—dije tartamudo—Yo… sólo quería dormir, Mario.
-¿Acaso crees que mi negocio no tiene validez? Soy de los pocos hombres más ricos de este pueblucho de mala muerte.
-s-sí, Mario. Lo sé, lo sé.
Temía que me volviera a golpear.
-¡No me interesa lo que hayas podido sentir por aquella chiquilla delgada de cabellos enredados! ¡Tú eres mío! ¡Me perteneces! O ¿qué? ¿Ya no recuerdas por qué soy yo tu tutor?—dijo esto bajándome y obligándome a sentar de nuevo sobre la orilla de mi cama. Ese lugar se sentía más frío en especial ¿Por qué?
-S-sí recuerdo, Mario…
-Muy bien—bajó la voz—Ahora descansa. No quiero que el fantasma de tu madre venga a jalarme los pies por tratarte tan mal.
Mi madre. ¿Por qué diablos mi madre no se dio cuenta antes de lo horrible que era este hombre?
-Muy bien—respondí mientras él trataba de acomodar de nuevo mi puerta. Cuando lo logró simplemente se fue con la misma rabia con la que había entrado.
Qué susto me pegó ese maldito.

Si mi madre no se hubiera fijado en ese hombre… entonces mi vida sería mejor que todo esto, estoy seguro. Estoy seguro de que Scarlet no hubiera muerto. O, por lo menos, yo no habría sido participe de aquél terrible asesinato.

Ojala esto nunca hubiera pasado. Yo realmente no quería hacerlo, me siento mierda al recordarme atándole los tobillos y las muñecas. Al recordarme forzándola a inhalar ese pañuelo lleno de droga.

-Soy un monstruo, un monstruo—comencé a llorar de nuevo. Un chico de 18 años cometiendo el peor de los errores: asesinar a la chica de la que estaba enamorado merecía mi vida y mucho más.

Qué idiota. Qué estúpido. No merezco la vida. Si pudiera, cambiaría mi alma para que ella pudiera regresar y así yo podría pudrirme en el infierno por tantas tonterías.

De pronto mi cerebro dio un clic y me dormí profundamente…



~
(Scarlet)
Salí del trance y lo dejé dormir.
Por fin pude ver el rostro de mi asesino. Era más feo de lo que yo pudiera imaginar.
Ver a Frank llorar por mí de esa manera me hizo recapacitar.
¿Y si no era tan malo como parecía?
Eso ya estaba más que obvio.
-Lamento darte frío en vez de calor, Frank—susurré en su oído mientras rozaba su brazo izquierdo. Él se estremeció mientras cerraba más los ojos.


Otra lágrima de los enormes ojos que él poseía cayó sobre sus sábanas.



Entonces Frank no era el culpable de verdad. Mario me asesinó. Frank tenía intenciones de salvarme, pero su egoísmo me mató. Pensé esto último citando las palabras del ángel Bob.
Este chico de cientos de tatuajes me hacía sentir algo segura.
Se volteó sobre la cama quedando boca arriba, respirando el frío que mi presencia fantasmal le traía. Tenía una media sonrisa formada en la comisura de los perfectos labios rosados.
Era cautivador mirar a alguien dormir. Me senté más cerca de su rostro para contemplarlo mejor.
Con esas lágrimas en sus mejillas y la cejas arqueadas hacia arriba pareciendo preocupado, se veía como un niño asustado y no como un temible asesino.

-El no pudo hacerlo—murmuré—Estoy segura de que también sientes esto, Frank.

Esta fría noche Frank sigue sollozando entre sueños… Pero yo le acompaño, y siempre lo acompañaré. Porque… simplemente lo amo.

-Ya no llores. De todos modos ya no me duele—le susurro mientras mis lágrimas también caen. Su dolor era el mío de ahora en adelante…--Ya no llores por mí y sólo duerme… No te preocupes por mí, estaré en un mejor lugar, lo prometo. Te amo.

Te amo porque fuiste capaz de amarme primero y de verme a mí en especial mientras que la sociedad superficial me hacía sentir invisible. Ya no llores, estoy aquí y siempre estaré.
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