19 feb 2012

My Murder: Capítulo 23

"Hoy es la última noche, así que di adiós"
(30 seconds to Mars-“Tonight’s the last, so say goodbye”)

No sé ni qué hora era. Sólo sé que tenía una bolsa llena de ropa de Helena en mis manos, que Frank estaba saliendo de su habitación también con sus cosas y que entonces Gerard Way llegó a casa.


  Al ver que tenía un abrigo puesto, una bufanda y la bolsa en mi mano, él me miró sorprendido cerrando la puerta con cuidado.

-¿Qué pasa?—dijo abriendo sus verdes ojos mientras soltaba las llaves dejándolas caer sobre una mesita a su lado.
-Nada—contesté desviando la mirada. No quería que se alterara si le decía la verdad.
-¿Y esa bolsa? ¿A dónde vas? –Gerard es un ser muy curioso, al parecer.
 En eso, Frank cerró la puerta de su habitación

-¿Lista para irnos? –dijo confianzudo y distraído.
-¿Qué? ¿A dónde van? –Gerard insistió esta vez se escuchaba desesperado.
 Frank lo miró con miedo al darse cuenta de su error por abrir tanto la boca y luego me miró a mí.

-Vamos a dar un paseo—contesté intentando sonar calmada.
 Gerard se acercó a mí y se quitó esa gorra negra que siempre usa cuando asesina gente, lo sé. 

  Entonces me abrazó y en mi oído susurró suplicando:

-Helena, estás agotada, no puedes salir. Descansa
 Deshice el abrazo y contesté
-Ya descansé lo suficiente, incluso hice de comer y estoy fuerte. Quiero salir un rato ¿sí?
  Hizo caso omiso a mi petición y miró a Frank desconcertado, como si algo no encajara.

-¿Qué haces aquí?
-Yo… Eeh—Frank comenzó a titubear.
-Yo llamé a su escuela y le dije que viniera—interrumpí –Yo lo dejé quedarse aquí, Gee ¿Algún problema?
-¿Enserio? Creí que se odiaban a muerte—dijo un Gerard crédulo— SI eso está bien para ti, entonces está bien para mí… Supongo

-Bueno, ahora que todo está aclarado. Nos vamos de paseo, tú puedes quedarte aquí y descansar si quieres—dije alegre, ya estaba actuando mejor, presiento que ya sonaba mucho como Helena.
-¡Te dije que no, Helena! –contestó molesto—No quiero que te pase nada ¿de acuerdo?
-No. Yo voy a dar un paseo con mi amigo Frank y punto, no te pedí permiso
. ¿De acuerdo?
-
Helena, vas a quedarte aquí—tomó mi brazo muy fuerte, haciendo que me doliera. Realmente extrañaba el dolor humano, pero en las circunstancias en las que me encontraba, el dolor era terrible--¡¡Y vas a hacer lo que yo te diga!! –completó zarandeándome de manera brusca.
-¿y si no qué? ¿Me vas a pegar como a Frank, como aquella noche…? –lo reté, Gerard me miró anonadado y luego su rostro se tornó oscuro y frunció el ceño.


-¡Cállate!—musitó nervioso, pero sin soltar mi brazo.
-Quita tus sucios dedos de mi antebrazo, Gerard. Yo voy a salir con o sin tu consentimiento.
-¡Que no! –me gritó alterándose cada vez más. Rechinaron sus dientes amarillos.
-Me estás lastimando, Gee. Suéltame, por favor—supliqué con voz temblorosa.
-No—dijo él y luego miró a Frank—Y tú, sal de mi casa. No eres bienvenido aquí. Ya te lo había dicho ¿no?
-S-sí… y-ya voy, señor—contestó Iero con lágrimas en los ojos. Se apresuró a la puerta.
-¡¡No!! –Grité haciendo que Frank se detuviera y volteara a vernos—No voy a dejarte ir de nuevo. Tú te quedas aquí, te dije que yo sería la adulta responsable de tu vida…


 Frank me miró con aire esperanzado, yo le sonreí. Lo miré a los ojos, y a pesar de la distancia que había entre donde yo estaba y la puerta, me perdí en lo claros que eran. En la luz inocente que siempre tuvieron desde que lo conocí. Le sonreí de manera automática y el me devolvió el gesto, una lágrima cayó en su rostro y otra en el mío.

 Temía que me separaran de él otra vez. No iba a permitirlo.


-¿Qué pasa aquí? –Dijo Gerard susceptible--¿Por qué esa lágrima, Helena?
-Me duele, Gerard—mentí mirando mi brazo.
-Y a mí me duele que te arriesgues. No puedes irte, hermanita.
-No me hables con cariño, que bien sabes que no lo sientes—suspiré—Ahora suéltame.
-No—insistió Gerard apretando más cerca de la articulación de mi codo, haciendo que el brazo se me acalambrara.
-¡Me duele mucho! –Chillé—Si vas a hacerme algo, hazlo de una vez y déjame ir.
-¿Quieres que te haga algo, niña desobediente? –por un momento Gerard sonó como Mario. Eso me tomó por sorpresa.


  Gerard volvió a rechinar los dientes y sus ojos comenzaron a enrojecerse.  Yo intenté soltarme, temí que enserio me hiciera algo.

  Recordé la noche en que ellos asesinaron a Scarlet. De nuevo todo venía a mi mente, como una película sobre mis párpados…

De pronto, un sonido fuerte me interrumpió. Comenzó a dolerme la mejilla y ya me encontraba sobre el suelo.

  Gerard me había golpeado con tal fuerza que me tiró. Me dolió todo. Como dije antes, el dolor humano ya no era lo mío desde que había muerto, pero creo que debía recordar cómo se sentía.

 Estaba perturbada, automáticamente llevé mi mano hacia mi rostro intentando sosegar el dolor. Dirigí mi mirada hacia arriba, donde Gerard se encontraba mirándome sorprendido y también algo aturdido. Después miré la puerta para asegurarme de que Frank seguía ahí. Pero no logré verlo, el sofá de la sala me tapaba la vista.

-Sabes que no debes retarme, Helena—murmuró mi hermano—Pero tú lo pediste…
-¡Eres un monstruo! –le grité ocasionando que sus ojos salieran de sus órbitas por el coraje. Caminó un paso hacia mí, se agachó y me tomó por los hombros, alzándome.

 Me sostenía entre sus manos de modo que mis pies permanecían a medio metro del suelo. No tenía idea de lo que iba a hacer, sólo sentía angustia y miedo.

 En vez de mirarlo a los ojos, volteé otra vez hacia la puerta y esta vez logré verlo. Frank estaba parado, atónito… Petrificado. Miraba la escena entre mi violento hermano y yo. Comenzó a llorar. Supongo que se sentía impotente, y era por el miedo.

-¡No me desobedecerás de nuevo, Helena! Lo prometo—dijo un Gerard furioso.  Me aventó al sofá, que se encontraba justo detrás de mí y proclamó—: Te quedarás ahí sentada, descansando, como te lo pedí hace horas antes de irme a trabajar. ¿Bien?
-¡no!—contesté y mi voz tembló al igual que mi cuerpo. Otra lágrima de miedo rodó sobre mi mejilla—Ya tengo 21.Y el que tu seas siempre el mayor, no implica que debas cuidarme todo el tiempo… --lo miré dolida a los ojos aceituna que sólo Gerard podía poseer y luego bajé la mirada al suelo. Aún temía que me hiciera algo, pero no iba a quedarme un minuto más dentro de esa casa de locos. Quería huir. Huir lejos con Frank para perdernos entre los miles de paisajes que el mundo podía darnos.
-¿No entiendes que no puedes irte? –volvió a hablar fuerte haciendo queme dolieran los oídos. –No voy a dejarte ir, Helena.
-Déjame en paz, Gerard. Yo sé lo que hago—me levanté del sofá para encaminarme hacia la puerta e irme con Frank, pero antes de que pudiera hacer nada, Gerard me tomó de nuevo del antebrazo y me jaló. Su fuerza era la misma que había usado conmigo, cuando era Scarlet, y me habían secuestrado en el bosque.

  Esta vez actué yo más rápido y lo empujé, pero no logré que me soltara del todo. En vez de eso, me rodeó la cintura con su brazo, haciendo que chocara con su pecho…
-Te dije que no—susurró detrás de mí, sobre mi oreja.
-¡Suéltame, imbécil! –le grité llena de pavor y enojo.
-¿Sabes cómo a quién sonaste?—Gerard sonaba tenso en mis oídos, no lograba ver que cara ponía.
-¿Qué?
-Helena… Sólo una persona maldice de esa manera y esa persona está muerta.
  Intenté voltearme para enfrentarle, pero él seguía tomándome con fuerza. Parecía un hombre queriendo seducirme, pero lo único que quería era lastimarme.
-…Scarlet… --Frank seguía ahí y su voz retumbó en mi cabeza. Había pronunciado mi verdadero nombre.
-¡Exacto!—Gerard se tensaba cada vez más. Lo sé porque le temblaban los brazos alrededor mío. –Hermanita… Helena. Yo sé que tú sí sabes lo que hago, sabes que asesino gente.
-Lo sé—respondí temblando igual que él.
-¿Conocías a Scarlet? Era una chica de 15 años, muy tonta y sola… No me quedó otro remedio. Tuve que obedecer a mi jefe y pues… Ya conoces el final.

 ¿Era en serio? ¿Gerard le estaba confesando a su hermana menor que había asesinado a un joven de 15 años?
-¿Por qué le quitaste la vida? –pregunté sollozando, mi corazón palpitaba fuertemente.
-Ya te lo dije, Mario me lo pidió… Por suerte no encontraron nada de mí en ella.—rió maléficamente haciendo que me diera un escalofrío—Apuesto a que disfrutó de mis “cosquillas” dentro de ella antes de morir…





No podía creerlo, Gerard me violó.

“¡Aaah! ¡Aaaaaaah! ¡¡¡Por favor!!! Suéltame...
¡¡SUELTAME!! ¡Dios mío, Me duele! ¡Me duele, imbécil!


Me escuché atentamente.
¡ya! Suéltame. Deja de tocarme... ¡Déjame! ¡No eres nadie para tratarme así!...
¡¡Aaaay!! ¡Me duele!! ¡No! ¡No me toques!
¡No! ¡Suéltame, yo sé desabrocharme sola! No lo hagas... Por favor. Por favor


Comenzaba a suplicar.
Mis propios gritos me causaron terror. Quería salvarme.
Pero no sabía cómo.
-Silencio. Sh,shsh... Cálmate, corazón, no pasará nada interesante

La voz de un hombre comenzó a hablar de manera perceptiva
-No me harás dañó ¿o sí?
La mía era suplicante, ya no gritaba

El hombre no respondió. Y comenzaron a sonar golpes. Golpes hacía alguien.
 Después, todo se quedó en silencio. El colchón dejó de rechinar, dejé de murmurar y la garganta del aquél hombre dejó soltar un suspiro de satisfacción.






De pronto, un estruendo de algo que acababa de romperse me sorprendió. ¿Qué había pasado?

  Sentí cómo Gerard me soltaba poco a poco. Miré de nuevo la puerta, Frank no estaba ahí. Luego el cuerpo de mi medio hermano cayó al suelo. Miré hacia mi espalda y ahí se encontraba él, con medio jarrón en la mano derecha y marcas de lágrimas en todo su rostro de adolescente. Frank había golpeado a Gerard en la cabeza con un jarrón que se encontraba en la mesita de la sala, lleno de orquídeas moradas.

  Gerard estaba tirado inconsciente, con los ojos cerrados. Frank volvió a petrificarse atónito por lo que acababa de hacer. Me miró con miedo.
-¿Está muerto? –preguntó preocupado.


  Yo… no sabía qué pensar, decir o hacer.
-Gracias—fue lo único que logré pronunciar y luego sonreí.
-¿Gerard sigue respirando? –insistió Frank agachándose para observarlo mejor. Yo hice lo mismo.


 Le toqué la nuca. Sentí algo húmedo, casi viscoso saliendo de ahí… Miré mi mano y tenía sangre. Su cabeza estaba empapada de sangre.

 Frank tomó aire de manera exagerada, asustado. Entonces se acercó a él e intentó tomarle el pulso.
-¡Helena!—dijo asustado abriendo más los ojos.
-¿Sí está muerto?


 Frank no me dijo nada. Entonces sentí que el suelo vibraba un poco… Era Gerard balbuceando sobre el piso. No había muerto. Tomó mi pie y yo, automáticamente le pateé sin querer la cabeza…

-Creo que ahora sí—Frank tomó mi mano con fuerza, como si intentara sacarme a ahí lo más rápido posible, pero en vez de eso, me miró a los ojos aterrado— ¡Lo matamos!
 Él se acercó a mí temblando. Yo lo abracé intentando calmarlo…
-Todo está bien—le besé la frente cual madre a su hijo pequeño—No nos pasará nada, Frank…--suspiré sobre su cabeza—Gerard ya no nos puede hacer daño.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...